domingo, 30 de enero de 2011

Capítulo 4.

Capítulo 4

Ya está en casa. Por suerte, Celia no tiene que hacer la cena, necesita descansar. Llama a su madre.
-          Hola, cariño. ¿Cómo ha ido?
-          Muy bien, aunque estoy cansada, acabo de llegar. Menos mal que el nieto del señor Francisco va a venir todos los días a cerrar él la librería.
-          ¿El nieto del señor Francisco? ¿Lo conocías?
-          No, pero es un chico muy simpático, tiene la misma edad que yo.
-          ¿Ah sí? -  comenta sugerente.
-          Sí, mamá.
-          Y, ¿es guapo?
-          Sí, bueno, no, no sé, no está mal – tartamudea la joven.
-          No está mal, ¿no? – dice riéndose.- ¿Cómo se llama?
-          Diego.
-          ¿Tiene novia?
-          Ay, mamá, ¡no se lo he preguntado! ¡Nos hemos conocido hoy!
-          Vale, vale, no te pongas así.
-          ¿Os veréis mañana, no?
-          Sí, ya te he dicho que va a venir todos los días.
-          Bueno, hija, no te entretengo más que tendrás hambre.

¿Le dice que ya ha cenado? ¿Qué ha cenado con Diego? Seguro que sigue con las preguntas pero, tampoco tiene nada que esconder. Ellos han cenado como dos personas que se acaban de conocer y que van a trabajar juntos. Bueno, más o menos juntos.

-          Ya he cenado…
-          Pero, ¿no acabas de llegar a casa?
-          Sí… - piensa que decir.- he cenado fuera, con Diego.
-          ¿Con Diego? Si que os habéis caído bien.
-          Es muy simpático, ya te lo dije. Bueno, mamá, que tengo que llamar a Carol. ¿Estáis bien, no?
-          Sí, tu padre se está duchando y yo veía un rato la tele,  aunque no hacen nada que merezca la pena.
-          Por eso yo no la veo nunca.  Mamá, cuelgo ya, ya hablamos. Un beso a papá. ¡Adiós!
-          Que descanses, hija. Un beso.

Celia se dirige al aseo y abre el grifo de la bañera. Necesita un buen baño caliente. Regula el agua, espera a que se llene, se quita la ropa y se mete dentro. ¡Qué bien se está! Cierra los ojos y se intenta relajar. Tiene que llamar a Carolina. Estira el brazo izquierdo y coge el móvil. Bip. Bip.

-          ¿Sí?
-          ¡Carol!
-          ¡Hola! Pensaba que te habías olvidado de mí… ¡te llamé tres veces!
-          Ya, no me di cuenta, lo tenía en silencio. Perdona.
-          Excusas, excusas… ¿Qué tal tu primer día?
-          Genial, la librería venía con sorpresa.
-          ¿Cómo?
-          Bueno, más bien, la sorpresa entró por la puerta – ríe.
-          ¿Me lo quieres decir ya?
-          ¡Qué impaciente! Verás, el nieto del señor Francisco… Diego, va a venir todas las tardes para que yo no esté todo el día allí.
-          ¿Está bueno? ¿Cuántos años tiene? ¿Es majo?
-          Los mismos que nosotras… el chico no está mal, la verdad. Es muy simpático y… le he invitado a cenar.
-          ¿Qué dices? ¿Tan pronto?
-          Pero no ha pasado nada, ¿eh? Ha sido una cena de compañeros de trabajo.
-          Ya, ya, de compañeros de trabajo…¿Está estudiando?
-          Sí, en la politécnica, ha terminado tercero de arquitectura.
-          Encima es estudioso el chico. Ya me lo presentarás.
-          Cuando quieras, aunque tú ya tienes al camarero…
-          No te preocupes que es para ti, yo sólo quiero darle el visto bueno. Además, tú lo has dicho, yo ya tengo a mi camarero.
-          ¿Ah, sí? Cuenta, cuenta.
-          ¿Por teléfono? Mejor me acerco mañana a la librería, conozco a tu Dieguito y te cuento. ¿Vale?
-          Vale, me parece bien. Yo termino, en teoría, a las seis.
-          Pues a las seis nos vemos mañana. Besos.
-          Hasta mañana, Carol. Un beso.

Veinte minutos después, la chica sale de la bañera. Se seca, se pone el pijama de verano de Hello Kitty y enciende el ordenador. Tuenti. Hotmail. Blog. Facebook. Dos privados, tres invitaciones a eventos y un comentario. Cuatro e-mails de los cuales tres son de publicidad. En verano, casi nadie se conecta. La mayoría se van a sus pueblos o de viaje. Mejor, no todo es internet. Lo apaga y se mete en la cama. Se lo ha pasado muy bien hoy. Diego… tiene ganas de conocerle más. Quién sabe si entre ellos puede surgir algo. Hoy lo ha dicho muchas veces: se acaban de conocer. De momento, mañana lo volverá a ver y le dirá si tiene tuenti. ¿Por qué no agregarlo? Es una buena forma de averiguar si tiene novia sin preguntárselo a él directamente. Shhh… no pienses más, a dormir que hay que madrugar. 

miércoles, 26 de enero de 2011

Capítulo 3.

Capítulo 3
Cuando se conoce a una persona, algunas veces se tiene la extraña necesidad de seguir hablando con ella. En este caso con Diego. Y es que Celia se ha quedado hasta las nueve con él,  hablando de la universidad, de ese cliente que tartamudeaba un poco, de la señora que había perdido a su gato. Se ha quedado mirándole a los ojos, se ha sentido atraída y el tiempo se le ha pasado muy rápido. Él tiene esa mirada… tal vez no sea el chico más guapo del mundo, ni el más inteligente. Pero ella quiere conocerle, quiere tomar algo con él. Y por eso, caminan juntos por una de las calles del centro de Valencia.

-          ¿No te molesta el casco? Podrías haberlo dejado en la librería.
-          Pesa un poco, pero no te preocupes que estoy acostumbrado.
-          Eso es lo bueno del metro, no necesitas casco.
-          Pero sí estar embarazada o llevar bastón para encontrar sitio.

Ambos ríen y entran en un pequeño bar de estilo americano. ¿Cómo no se iba a quedar hasta las nueve? Diego es un chico muy divertido y espontáneo. La chica podría quedarse hablando con él todo lo que queda de noche. Una idea le viene la cabeza, ¿tendrá novia? No le ha llamado nadie al móvil y tampoco se ha referido a ninguna chica. ¿Por qué quiere saberlo? A penas le conoce y ya le ha invitado a salir. ¿Se puede considerar eso una cita? Está pensando demasiado, sonríe a Diego y le pregunta qué quiere tomar.

-          Pues… - el chico mira la pequeña carta plastificada – es la primera vez que vengo aquí, así que elige tú.
-          También es la primera vez que vengo aquí pero si quieres que elija yo, elijo yo – la joven hace una pequeña mueca y ríe.
-          Miedo me das.
-          ¿Tienes mucha hambre?
-          ¿Por qué lo dices?
-          He preguntado yo primero…¡Camarera! – le hace un gesto con la mano.
-          ¿Cómo es ese gesto? – Diego intenta imitarla, exagera un poco. – ¿eso os lo enseñan en la carrera?
-          Mira que te quedas sin cenar - la camarera se acerca.
-          Hola, buenas noches. ¿Van a cenar?
-          Hola, sí.
-          Bien, ¿Qué desean para beber?
-          Yo un vaso de coca-cola light y para él…
-          Lo mismo.
-          Vale -  la camarera rubia con aires de modelo apunta en la libreta. - ¿Y para cenar?
-          Para mí el número cinco y para él el número ocho.
-          ¿Algo más?
-          No, de momento no, gracias

La camarera se aleja con una enorme sonrisa.

-          ¿El número ocho? ¿Por qué ese?
-          No sé, hoy es día ocho – ríen – espero que te guste, lo he elegido con todo mi cariño.

Otro camarero se acerca con las bebidas. Diez minutos después, aparece con los platos. Menú infantil para él, doble hamburguesa con bacón y queso para ella. Diego se queda mirando su plato de una forma extraña.

-          No sabía que venía tu hermano pequeño a cenar.
-          ¿Por qué lo dices? No tengo hermano pequeño – Celia intenta no reírse.- ¿No te gusta lo que he elegido para ti? – la chica pone una cara triste.
-          Claro que sí, si los menús infantiles eran mis preferidos cuando tenía seis años.
-          Anda toma – la chica le cambia el plato – este es para mí, yo no tengo mucho hambre.
-          ¡Ya te vale! Eres mala, muy mala…
-          ¿Esa que es la versión pesimista de Carlos Sobera?
-          ¿Cómo? -  el chico no le ha entendido.
-          Carlos Sobera siempre dice: "eres bueno, muy bueno" mientras levanta una ceja – ella intenta imitarle sin éxito.
-          Ves mucho la televisión.
-          ¿Qué pasa? ¿Qué eso no os lo enseñan en la carrera?

La pareja cena entre bromas y silencios. Es raro que no le haya llamado su madre para preguntarle qué tal le ha ido como dependienta. Tampoco ha mirado el móvil, no sabe ni la hora que es. Cuchichean sobre la pareja de al lado.

-          Seguro que es su aniversario y al marido no se le ha ocurrido llevarla a otro sitio mejor – dice el chico.
-          ¡Oye! Que este sitio está muy bien.
-          ¿A ti te gustaría celebrar aquí un aniversario? Porque lo tienen fácil contigo.
-          Bueno, hay sitios más románticos, pero con tal de estar con él…
-          Ya, claro. Eso lo dices ahora. Cuando tengas cuarenta y pico años y lleves quince casada, seguro que te encantará ir a otro tipo de sitio.
-          Tal vez, para eso aún me queda. Además, esa pareja no parece que esté celebrando un aniversario. Más bien parece que han salido de trabajar y por no hacer la cena…
-          Igual que nosotros, entonces.
-          Tú y yo…– la joven se ruboriza ligeramente.- no somos pareja.
-          Ya, pero hemos salido de trabajar y a ti no te apetecía hacer la cena.

La chica casi no ha escuchado lo último que Diego le ha dicho. Seguro que si preguntaran a alguien de allí dirían que son novios. Sin embargo, se acaban de conocer y esa es su primera cena juntos.  ¿Hacen buena pareja? La verdad que él es el tipo de chico que podría enamorarla. Celia pide la cuenta, pagan y salen del establecimiento.

-          Muchas gracias por la cena, Celia. La próxima vez invito yo.
-          ¿Me llevarás a uno de esos sitios caros?
-          Cuando sea nuestro primer aniversario.
-          Menuda excusa – ambos ríen.- Bueno Diego, encantada de haberte conocido.
-          Lo mismo digo – se acerca a darle dos besos.- ¿te llevo a casa con la moto?
-          No te preocupes, el metro me deja en la puerta. Gracias
-          Como quieras. Hasta mañana guapa.
-          Hasta mañana, Diego.

No sabe por qué pero a Celia le ha recorrido un escalofrío cuando ha escuchado “guapa”. ¿Le parecerá realmente guapa? Seguro que ha sido un cumplido. Sonríe. Tiene la tentación de girarse. Avanza hacía el metro. “No te gires, no te gires”.No puede evitarlo,l a chica se gira y le ve alejarse con el casco en la mano derecha. Se lo ha pasado muy bien. Mira el móvil, ¡vaya! Tiene cuatro llamadas perdidas. Aprieta el botón verde. Últimas llamadas. Tres de Carol y una de su madre. Ya les llamará cuando llegue a casa. Ahora mismo está pensando en lo que le ha gustado conocer a ese chico de ojos verdes llamado Diego.

lunes, 24 de enero de 2011

Capitulo 2. Segunda Parte


                                                     Capítulo 2 (Segunda parte)
Celia ojea un libro en la gran mesa situada en el centro de la sala. En ella, los clientes se sientan y tienen pequeña citas con los ejemplares, como en esas cafeterías de encuentros rápidos, para conocer de qué tratan. Si les gusta alguno, no intercambian teléfonos, directamente se lo llevan a casa y en la cama, en el sofá o sobre la alfombra disfrutan de su lectura. Tal vez a la joven es lo que más le gusta de la librería. Las personas que entran en ella no se sienten observadas ni obligadas a comprar. Pueden leer fragmentos, analizar la portada o apuntarse el título si lo desean. A la nueva dependienta le ha llamado la atención un libro de color morado editado hace cincuenta años con las hojas muy amarillentas y que, incluso, esconde entre sus páginas un cromo de fútbol de 1962 en el que aparece dibujado Joaquín Peiró. Le gusta imaginar de quién podría ser y cómo llegó hasta Página 73. Mira el reloj, es la hora de la comida. Cierra la puerta y se dirige hacia la cafetería Astarté. Su dueña decidió llamarla así por el primer libro que compró al señor Francisco, antes de inaugurar el establecimiento, titulado Dime una Palabra y cuyo escenario principal es una cafetería con ese nombre. Además, también copió la idea de dejar en cada mesa un papel en blanco para que los clientes puedan escribir o dibujar. Muchas de esas creaciones están expuestas en las paredes de la cafetería y le dan un toque muy original. A ella no le gusta dibujar pero le apasiona escribir y tiene un blog en internet donde cuelga todos sus pequeños relatos. El camarero se acerca y pide una ensalada, agua y medio bocadillo de lomo con queso. Le encanta el queso. Mientras le preparan la comida, aprovecha para llamar a su madre y contarle como ha ido. Cuando termina de comer, vuelve a la librería y escucha la banda sonora de sus películas preferidas esperando atender a alguien.


Cuando son casi las cinco y cuarto, un chico moreno entra y se presenta.

-          Hola, soy el nieto de Paco. Encantado.
-          Hola nieto de Paco, yo soy Celia – comenta riéndose y se acerca a darle dos besos.

El chico de dieciséis años con aparato y portátil bajo el brazo se ha convertido en universitario con casco de moto y sonrisa perfecta.

-          Realmente me llamo Diego.
-          Ya imaginaba que no te llamabas “nieto de Paco” – la chica se queda mirando el casco.- ¿Vives lejos de aquí?
-          ¿Lo dices por el casco? Vivo cerca de la universidad politécnica y el metro tarda como media hora hasta aquí.
-          A mí es que no me gustan las motos, prefiero la bici – dice Celia acercándose al ordenador- Bueno, Diego, supongo que ya sabes cómo funciona esto ¿no?
-          La verdad es que es la primera vez que trabajo aquí. Mi abuelo me ha hablado mucho de ti, de que vienes muchas veces, así que tú mandas – el chico le guiña un ojo y sonríe.
-          Pues mi primera orden es que nada de internet. Tu abuelo me dijo que estabas mucho tiempo en el ordenador…
-          ¿Te dijo eso?¡Casi no utilizo internet! He terminado tercero de arquitectura y necesito el ordenador para los croquis, nada más.
-          No te preocupes que es broma. –ahora es ella quién le guiña un ojo.- Supongo que no quiere que me quede aquí hasta las nueve. Diego, voy un momento al baño, puedes dejar tus cosas aquí – se aleja indicándole un pequeño armario.
-          ¡Ah! Vale, gracias.

La chica camina hasta el final de la tienda. Esta vez sí que contonea las caderas. Diego no se parece en nada al tipo de chico que se había imaginado. Tiene los ojos verdes de su abuelo y es simpático. ¿Por qué no le conoció antes? 

sábado, 22 de enero de 2011

Capítulo 2. Primera Parte

Capítulo 2 (primera parte)

¡Menuda noche! No ha podido dormir ni cinco minutos seguidos y ha perdido la cuenta de las canciones que ha entonado. Incluso ha tenido la tentación de coger el clarinete a las cuatro de la mañana.  Se echa agua en la cara, se mira en el espejo, abre mucho los ojos y gesticula de una manera muy graciosa. Nada, tiene el mismo aspecto. Un poco de maquillaje disimulará las ojeras. En toda la noche no ha dejado de pensar en que hoy empieza a trabajar en la librería. Está nerviosa, pero no son esos nervios que te matan por dentro y te angustian, son nervios de alegría, de ganas por empezar. Se pone vaqueros de pitillo y camiseta blanca con el dibujo de una chica en tonos marrones. Coleta alta, unas gotitas de Carolina Herrera y gafas de sol. Su madre la ha llamado varias veces mientras desayunaba, seguro que se ha levantado antes de hora. Celia anda segura por la calle, parece que los nervios se los ha comido junto a las tostadas y cada vez tiene más ganas de llegar. Tal vez sea por la novedad y en unos días prefiera quedarse un rato más en la cama o irse a pasar unos días con sus padres, tal y como había planeado. O tal vez no y cada mañana se levante con más ganas que la anterior. Al fin y al cabo tan sólo son dos semanas, tres como mucho, trabajando en Página 73.

Cuando llega allí, el señor Francisco está esperándole en la puerta. Quiere que suba ella la persiana de hierro para que sepa cómo se hace. En realidad, no tiene que enseñarle mucho más. Alguna vez, la joven se ha quedado atendiendo en la librería.
-          El ordenador ya sabes cómo funciona, no creo que tengas ningún problema pero, si fuera el caso, llama a este número y vendrán a repararlo.
-          Perfecto -  comenta Celia mientras guarda el papelito en su monedero.
-          ¡Ah! Todos estos días vendrá mi nieto mayor sobre las cinco a echarte una mano para que no tengas que irte tan tarde.
-          ¡No se preocupe por eso! No me importa quedarme hasta las nueve, ya lo tenía en mis planes.
-          Él vendrá de todas formas, su madre está harta de que esté todo el día en el ordenador. Bueno, Celia, dejo Página 73 en tus manos. Sé que lo harás muy bien.
-          Por lo menos, intentaré que no se incendie.- ríen mientras el señor Francisco se pone la chaqueta-. Muchas gracias de nuevo. Seguro que disfrutan de las vacaciones.
-          Gracias a ti. ¡Hasta dentro de unos días!
-          Adiós, ¡pásenlo bien!

El señor Francisco ya se ha ido y le ha dejado anotado en un papel el teléfono de casa de su hijo por si tuviera que llamarles. ¿Cómo será su nieto? Su ahora jefe nunca les ha presentado y ni siquiera recuerda qué es lo poco que le contó. Seguro que es uno de estos chicos de dieciséis años que están enganchados todo el día a tuenti y similares. Pero, ¿tiene dieciséis años? No sabe ni su edad. De todas formas, seguro que el señor Francisco no metería aquí a un chico irresponsable por mucho que sea su nieto. Sí, será un buen chico.

martes, 18 de enero de 2011

Capítulo 1

 Capítulo 1 (Leer introducción)


-          Y acuérdate de regar la planta de la cocina.
-          Sí mamá, me lo repites siempre que llamas.
-          Ya, hija, pero sabes que esa planta necesita mucho agua.
-          No te preocupes. Además, le canto cada mañana esa canción que te gusta -la tararea unos segundos.
-          No tienes remedio...te llamaré mañana. Un beso.
-          Hasta mañana, mamá.

Celia pensaba que lo normal es que los hijos se vayan de casa antes que los padres y que su caso no iba a ser una excepción. Error. Ahora vive sola porque han sido sus padres los que han decidido mudarse. Pensándolo bien es mejor: no tiene que buscar piso, ni pagar alquiler. Además, a ella le gusta la ciudad y si también se hubiera mudado con ellos, tendría que recorrer media hora en coche hasta la universidad y a la joven, lo que le encanta, es pasear e ir en bicicleta o en metro. En realidad, le gustaría vivir en una gran ciudad como Nueva York o Londres pero se conforma con verlas en los enormes cuadros que tiene colgados en su nuevo salón. Y es que sus padres le regalaron hace unos meses una pequeña reforma. Curioso regalo, ¿verdad? A ella le hizo mucha ilusión ya que así, pudo decorarlo a su manera. Pintó la pared principal de morado y compró todos los muebles de estilo moderno. Sobre el sofá negro colocó cojines del mismo tono morado a juego con los demás objetos de decoración. Quedó muy contenta con el resultado y, aunque su madre hubiera preferido algo más clásico, pensó que su hija lo había hecho realmente bien. Su padre, por el contrario, no se fijó tanto en el nuevo salón sino que lo primero que le vino a la cabeza fue con cuántos chicos se tumbaría a ver películas en su nuevo sofá. Se consoló sabiendo que su hija no es una de esas que cada día cambia de novio. Su niña, su pequeña Celia, ni siquiera sabía lo que era un beso, ¿o sí?

El teléfono móvil se ilumina y suena con tono ascendente la voz de Lisa Ekdhal. Rivers of love. No conoce el número.
-          Hola, ¿Quién es?
-          ¿Celia? Soy Carol, te llamo desde el trabajo.
-          ¡Ah! Ya pensaba que se habían vuelto a equivocar. ¿Cómo va? ¿Mucha gente?
-          Bueno, no está mal. Estos días están siendo un poco flojillos, la verdad. Te llamaba por si venías a por mí y dábamos un vuelta por el centro.
-          ¡Claro! Además tengo que pasarme por Mango a cambiar una camiseta.
-          Entonces, perfecto. Te espero en la puerta dentro de media hora, ¿te va bien?
-          Sí, sí, nos vemos ahora. Besitos.
-          ¡Hasta ahora guapa!

No tenía nada planeado para esa tarde y la idea de quedar con Carol le ha alegrado. Se conocen desde pequeñas y, aunque ya no estudien juntas,  nadie les quita sus tardes de centro. Mira el bolso y procura que no le falte nada. Monedero, llaves, pañuelos, móvil. Ah, y la camiseta que tiene que cambiar. Decide coger el metro a pesar de que sólo son dos paradas para sacarle provecho al bono mensual. Se sienta y observa que en su fila casi todos están leyendo. Intenta averiguar el título de los libros sólo con ver los colores de la portada. Pero es imposible comprobarlo, sus manos impiden la tarea. Próxima parada... ya ha llegado. Se levanta y ve por el reflejo del cristal como un hombre treinta años mayor que ella sonríe mientras se fija en sus vaqueros. La chica suspira más fuerte de lo natural y se va intentando no contonear mucho las caderas. Odia ese tipo de miradas, de deseo interior. ¿Tienen derecho a mirarle así? Sale de la estación mientras se coloca la camiseta estampada con diferentes tipos de florecitas pequeñas. El día está algo nublado y la temperatura es perfecta. A lo lejos ve como Carolina fuma un cigarrillo, a ver si lo de deja de una vez. Está más guapa que nunca y su nuevo corte de pelo le favorece.

-          ¡Qué guapa estás! - exclama Celia mientras la besa en la mejilla.
-          Lo mismo me dijiste el lunes.
-          Es que estás guapa, ese peinado te queda genial. Creo que nunca me atrevería a cortármelo así.
-          ¿Para qué? Con lo rápido que te crece a ti el pelo deberías ir a la peluquería cada semana. Además, tu pelo liso me encanta. Ojalá lo tuviera yo así.
-          La verdad es que no me puedo quejar de pelo -comenta, mientras se lo acaricia.- Ni tú tampoco. Tus rizos son mejores que los de la chica Pantene.
-          ¿Aún más?

Se ríen mientras Carol hace un movimiento de superioridad con la cabeza. Las chicas continúan paseando. Se paran en los escaparates, entran en las tiendas, echan un vistazo y se cuentan los últimos cotilleos. Les ha entrado hambre y toman un sándwich a medias y un zumo de naranja cada una en una cafetería cercana. El camarero es un simpático sevillano con muchas ganas de hablar. Que si con unas clientas así da gusto trabajar, que si son de por ahí... a Carolina le han gustado sus ojos y su forma de hablar. Celia, sin embargo, cree que tiene mucha cara y decide ir al baño. Cuando vuelve, su amiga está apuntando algo en una servilleta. No se lo puede creer, ¡esta chica está desesperada!

-          Ya veo que no pierdes el tiempo – ironiza mientras se bebe un poco del zumo de su amiga-.
-          ¿Qué pasa? Muchas veces tengo que comer por aquí y nunca esta de más conocer a gente que pueda invitarte.
-          Tú sabrás, pero ya verás como de aquí a unas semanas me dices que es un chico increíble y que estás muy enamorada de él.
-          Puede ser, me ha caído bien.
-          A lo mejor se ha enamorado de mí y solo quiere tu número para poder quedar conmigo. No sería la primer vez.
-          ¡Oh! Me has herido el corazón – dramatiza apoyando una mano en la frente.- Creo que lees demasiados libros.
-          Puede ser. Por cierto, tengo que ir a Página 73 a ver cómo está el señor Francisco.
-          ¿Le ha pasado algo?
-          Ayer se mareó y casi se cae al suelo. Fui a verle a su casa pero al parecer aún no había llegado del médico. Después le llamé por teléfono y hablé con su mujer, sólo fue un susto pero me dijo que se alegraría mucho al verme.
-          Vaya, espero que ya esté bien. Yo tengo que volver a casa, mañana toca madrugar. Tú estás de vacaciones pero yo estoy de rebajas.
-          Llámame cuando puedas quedar. Y cuidado con el andaluz.
-          ¿Con el mismo que nos ha invitado?- dice mientras guiña un ojo a su amiga-. Tranquila que te llamaré. Dale recuerdos de mi parte al señor Francisco.
-          No te preocupes, cuídate.
-          Tú también,¡adiós Carol!

Celia recoge sus cosas, da las gracias al nuevo pretendiente de su amiga y abandona la cafetería con  los auriculares del móvil puestos. Le gusta la sensación de escuchar música mientras pasea por  calles llenas de gente, es como si estuviera en una película con banda sonora. A veces, se le escapa un i'm yours demasiado alto y mira a su alrededor en busca de sonrisas cómplices. Por suerte, cada uno va a lo suyo: madres hablándoles a sus hijos de por qué no pueden cruzar la calle solos, parejas bromeando después de un beso rápido, amigos que comentan los planes para el fin de semana... A lo lejos ve el letrero de la librería. Lo mejor del centro histórico de la ciudad es que muchas de las calles son peatonales y Página 73 está ubicada en una de ellas. La fachada es gris con un pequeño escaparate a la derecha de la puerta.  Desde fuera ve al dueño charlando animadamente con uno de sus amigos. Cuando Celia entra, el señor Francisco sale de detrás del mostrador y le da un abrazo. Se alegra mucho de verla.
-          ¡Qué bien que hayas venido!
-          Le veo muy bien señor Francisco, me alegro que se haya recuperado pronto.
-          Sí, ya me encuentro mucho mejor. Pero a estas edades uno ya se espera cualquier cosa.
-          No diga eso, esta librería aún le necesita. Y su familia y yo también.
-          Esta librería ya me conoce demasiado. Son más de treinta años los que llevo trabajando aquí y un servidor ya necesita un descanso.
-          La verdad es que le vendría muy bien un descanso a usted y a su mujer, señor Francisco. ¿Por qué no se van unos días con su hijo? Ahora que sus nietos no tienen colegio seguro que disfrutarían pasando más tiempo con ustedes.
-          ¿Por eso has venido, no?
-          No le entiendo... - Celia arquea las cejas-.
-          Supongo que cuando mi mujer habló contigo, pequeña Celia, te contaría que nos íbamos con nuestra familia, a descansar. Por eso has venido, para hacerte cargo de la librería durante un tiempo,¿no?.
-          ¿Ah, sí? Su mujer no me dijo nada pero ¡estaría encantada! ¿De verdad quiere que me ocupe yo?
-          Y, ¿quién mejor? Te conoces cada uno de sus rincones y nosotros te conocemos a ti desde niña. Y nada de hacerlo gratis, ¿eh? Nosotros te pagamos como es debido. Nuestro hijo ya nos ha redactado el contrato. Sólo queda firmarlo.
-          No es necesario, de verdad. Lo haré por todos los libros que me regaló.
-          Tú lo has dicho, son regalos. Quiero pagarte y sabes que lo haré.
-          Bueno, como quiera, ya sabe que me hace mucha ilusión, señor Francisco. Esta librería es muy importante para mí. Cuidaré de ella, esté seguro.

A Celia se le iluminaron los ojos de la misma forma que lo hicieron cuando entró por primera vez a la librería. Trabajar durante un tiempo allí le parece el mejor trabajo que podría tener y, a pesar de que no vaya a disfrutar de tanto tiempo libre, tendrá la oportunidad de estar en ese sitio mágico que tantas sorpresas oculta.


lunes, 17 de enero de 2011

INTRODUCCIÓN


Un libro es algo más que palabras. Es una historia capaz de emocionar y de hacer soñar a la persona que lo tiene entre manos. Es un mundo para imaginar y tal vez para desear. Celia siempre ha vivido rodeada de libros y desde que nació, sus padres se implicaron para que adquiriera el gusto por la lectura. No recuerda cuál fue el primer cuento que le leyeron ni cómo reaccionó, era tan pequeña que a penas abría los ojos. A los cuatro años aprendió a leer y buscó todos los libros de la casa. Le gustaba apilarlos y elegir uno al azar. Pero como a cualquier niña también le gustaba jugar con muñecas, vestirse con la ropa de mamá, colorear y ver dibujos animados. Un día de navidad, fueron a pasear por el centro de la ciudad. Tomaron chocolate caliente y encontraron una librería muy especial: “Página 73”. No era la típica tienda llena de best-sellers ni de muchos libros iguales. Allí la gente dejaba los ejemplares que no le cabían en la estantería o que, simplemente, ya no utilizaba. A la pequeña le llamó la atención que estuvieran ordenados por colores así que decidió que ese era su sitio preferido y, aunque en ese momento no sabía exactamente el por qué, lo cierto es que iba a menudo. La sección que más le gustaba era la de los libros azules. Los sacaba cuidadosamente de su sitio, los ojeaba y decidía cuál quería. Las primeras veces elegía los que más dibujos tenían pero conforme fue creciendo se iba decantando por aquellos de lomo más ancho. Eran libros económicos y la mayoría estaban casi descatalogados. Nunca ha dejado de ir, a veces por los libros, a veces por el señor Francisco y su esposa. Esa adorable pareja le ha enseñado tantas cosas...ha escuchado increíbles historias no escritas y conoce todos y cada uno de los recovecos de la librería.