martes, 18 de enero de 2011

Capítulo 1

 Capítulo 1 (Leer introducción)


-          Y acuérdate de regar la planta de la cocina.
-          Sí mamá, me lo repites siempre que llamas.
-          Ya, hija, pero sabes que esa planta necesita mucho agua.
-          No te preocupes. Además, le canto cada mañana esa canción que te gusta -la tararea unos segundos.
-          No tienes remedio...te llamaré mañana. Un beso.
-          Hasta mañana, mamá.

Celia pensaba que lo normal es que los hijos se vayan de casa antes que los padres y que su caso no iba a ser una excepción. Error. Ahora vive sola porque han sido sus padres los que han decidido mudarse. Pensándolo bien es mejor: no tiene que buscar piso, ni pagar alquiler. Además, a ella le gusta la ciudad y si también se hubiera mudado con ellos, tendría que recorrer media hora en coche hasta la universidad y a la joven, lo que le encanta, es pasear e ir en bicicleta o en metro. En realidad, le gustaría vivir en una gran ciudad como Nueva York o Londres pero se conforma con verlas en los enormes cuadros que tiene colgados en su nuevo salón. Y es que sus padres le regalaron hace unos meses una pequeña reforma. Curioso regalo, ¿verdad? A ella le hizo mucha ilusión ya que así, pudo decorarlo a su manera. Pintó la pared principal de morado y compró todos los muebles de estilo moderno. Sobre el sofá negro colocó cojines del mismo tono morado a juego con los demás objetos de decoración. Quedó muy contenta con el resultado y, aunque su madre hubiera preferido algo más clásico, pensó que su hija lo había hecho realmente bien. Su padre, por el contrario, no se fijó tanto en el nuevo salón sino que lo primero que le vino a la cabeza fue con cuántos chicos se tumbaría a ver películas en su nuevo sofá. Se consoló sabiendo que su hija no es una de esas que cada día cambia de novio. Su niña, su pequeña Celia, ni siquiera sabía lo que era un beso, ¿o sí?

El teléfono móvil se ilumina y suena con tono ascendente la voz de Lisa Ekdhal. Rivers of love. No conoce el número.
-          Hola, ¿Quién es?
-          ¿Celia? Soy Carol, te llamo desde el trabajo.
-          ¡Ah! Ya pensaba que se habían vuelto a equivocar. ¿Cómo va? ¿Mucha gente?
-          Bueno, no está mal. Estos días están siendo un poco flojillos, la verdad. Te llamaba por si venías a por mí y dábamos un vuelta por el centro.
-          ¡Claro! Además tengo que pasarme por Mango a cambiar una camiseta.
-          Entonces, perfecto. Te espero en la puerta dentro de media hora, ¿te va bien?
-          Sí, sí, nos vemos ahora. Besitos.
-          ¡Hasta ahora guapa!

No tenía nada planeado para esa tarde y la idea de quedar con Carol le ha alegrado. Se conocen desde pequeñas y, aunque ya no estudien juntas,  nadie les quita sus tardes de centro. Mira el bolso y procura que no le falte nada. Monedero, llaves, pañuelos, móvil. Ah, y la camiseta que tiene que cambiar. Decide coger el metro a pesar de que sólo son dos paradas para sacarle provecho al bono mensual. Se sienta y observa que en su fila casi todos están leyendo. Intenta averiguar el título de los libros sólo con ver los colores de la portada. Pero es imposible comprobarlo, sus manos impiden la tarea. Próxima parada... ya ha llegado. Se levanta y ve por el reflejo del cristal como un hombre treinta años mayor que ella sonríe mientras se fija en sus vaqueros. La chica suspira más fuerte de lo natural y se va intentando no contonear mucho las caderas. Odia ese tipo de miradas, de deseo interior. ¿Tienen derecho a mirarle así? Sale de la estación mientras se coloca la camiseta estampada con diferentes tipos de florecitas pequeñas. El día está algo nublado y la temperatura es perfecta. A lo lejos ve como Carolina fuma un cigarrillo, a ver si lo de deja de una vez. Está más guapa que nunca y su nuevo corte de pelo le favorece.

-          ¡Qué guapa estás! - exclama Celia mientras la besa en la mejilla.
-          Lo mismo me dijiste el lunes.
-          Es que estás guapa, ese peinado te queda genial. Creo que nunca me atrevería a cortármelo así.
-          ¿Para qué? Con lo rápido que te crece a ti el pelo deberías ir a la peluquería cada semana. Además, tu pelo liso me encanta. Ojalá lo tuviera yo así.
-          La verdad es que no me puedo quejar de pelo -comenta, mientras se lo acaricia.- Ni tú tampoco. Tus rizos son mejores que los de la chica Pantene.
-          ¿Aún más?

Se ríen mientras Carol hace un movimiento de superioridad con la cabeza. Las chicas continúan paseando. Se paran en los escaparates, entran en las tiendas, echan un vistazo y se cuentan los últimos cotilleos. Les ha entrado hambre y toman un sándwich a medias y un zumo de naranja cada una en una cafetería cercana. El camarero es un simpático sevillano con muchas ganas de hablar. Que si con unas clientas así da gusto trabajar, que si son de por ahí... a Carolina le han gustado sus ojos y su forma de hablar. Celia, sin embargo, cree que tiene mucha cara y decide ir al baño. Cuando vuelve, su amiga está apuntando algo en una servilleta. No se lo puede creer, ¡esta chica está desesperada!

-          Ya veo que no pierdes el tiempo – ironiza mientras se bebe un poco del zumo de su amiga-.
-          ¿Qué pasa? Muchas veces tengo que comer por aquí y nunca esta de más conocer a gente que pueda invitarte.
-          Tú sabrás, pero ya verás como de aquí a unas semanas me dices que es un chico increíble y que estás muy enamorada de él.
-          Puede ser, me ha caído bien.
-          A lo mejor se ha enamorado de mí y solo quiere tu número para poder quedar conmigo. No sería la primer vez.
-          ¡Oh! Me has herido el corazón – dramatiza apoyando una mano en la frente.- Creo que lees demasiados libros.
-          Puede ser. Por cierto, tengo que ir a Página 73 a ver cómo está el señor Francisco.
-          ¿Le ha pasado algo?
-          Ayer se mareó y casi se cae al suelo. Fui a verle a su casa pero al parecer aún no había llegado del médico. Después le llamé por teléfono y hablé con su mujer, sólo fue un susto pero me dijo que se alegraría mucho al verme.
-          Vaya, espero que ya esté bien. Yo tengo que volver a casa, mañana toca madrugar. Tú estás de vacaciones pero yo estoy de rebajas.
-          Llámame cuando puedas quedar. Y cuidado con el andaluz.
-          ¿Con el mismo que nos ha invitado?- dice mientras guiña un ojo a su amiga-. Tranquila que te llamaré. Dale recuerdos de mi parte al señor Francisco.
-          No te preocupes, cuídate.
-          Tú también,¡adiós Carol!

Celia recoge sus cosas, da las gracias al nuevo pretendiente de su amiga y abandona la cafetería con  los auriculares del móvil puestos. Le gusta la sensación de escuchar música mientras pasea por  calles llenas de gente, es como si estuviera en una película con banda sonora. A veces, se le escapa un i'm yours demasiado alto y mira a su alrededor en busca de sonrisas cómplices. Por suerte, cada uno va a lo suyo: madres hablándoles a sus hijos de por qué no pueden cruzar la calle solos, parejas bromeando después de un beso rápido, amigos que comentan los planes para el fin de semana... A lo lejos ve el letrero de la librería. Lo mejor del centro histórico de la ciudad es que muchas de las calles son peatonales y Página 73 está ubicada en una de ellas. La fachada es gris con un pequeño escaparate a la derecha de la puerta.  Desde fuera ve al dueño charlando animadamente con uno de sus amigos. Cuando Celia entra, el señor Francisco sale de detrás del mostrador y le da un abrazo. Se alegra mucho de verla.
-          ¡Qué bien que hayas venido!
-          Le veo muy bien señor Francisco, me alegro que se haya recuperado pronto.
-          Sí, ya me encuentro mucho mejor. Pero a estas edades uno ya se espera cualquier cosa.
-          No diga eso, esta librería aún le necesita. Y su familia y yo también.
-          Esta librería ya me conoce demasiado. Son más de treinta años los que llevo trabajando aquí y un servidor ya necesita un descanso.
-          La verdad es que le vendría muy bien un descanso a usted y a su mujer, señor Francisco. ¿Por qué no se van unos días con su hijo? Ahora que sus nietos no tienen colegio seguro que disfrutarían pasando más tiempo con ustedes.
-          ¿Por eso has venido, no?
-          No le entiendo... - Celia arquea las cejas-.
-          Supongo que cuando mi mujer habló contigo, pequeña Celia, te contaría que nos íbamos con nuestra familia, a descansar. Por eso has venido, para hacerte cargo de la librería durante un tiempo,¿no?.
-          ¿Ah, sí? Su mujer no me dijo nada pero ¡estaría encantada! ¿De verdad quiere que me ocupe yo?
-          Y, ¿quién mejor? Te conoces cada uno de sus rincones y nosotros te conocemos a ti desde niña. Y nada de hacerlo gratis, ¿eh? Nosotros te pagamos como es debido. Nuestro hijo ya nos ha redactado el contrato. Sólo queda firmarlo.
-          No es necesario, de verdad. Lo haré por todos los libros que me regaló.
-          Tú lo has dicho, son regalos. Quiero pagarte y sabes que lo haré.
-          Bueno, como quiera, ya sabe que me hace mucha ilusión, señor Francisco. Esta librería es muy importante para mí. Cuidaré de ella, esté seguro.

A Celia se le iluminaron los ojos de la misma forma que lo hicieron cuando entró por primera vez a la librería. Trabajar durante un tiempo allí le parece el mejor trabajo que podría tener y, a pesar de que no vaya a disfrutar de tanto tiempo libre, tendrá la oportunidad de estar en ese sitio mágico que tantas sorpresas oculta.


4 comentarios:

  1. wow, Ester, ahora si que me has dejado maravillada! Esta increible, muy original. Espero con ansias el siguiente capitulo. ¡Felicidades!

    Besos♥

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  2. Estoy seguro de que esta historia va a dar mucho que hablar porque tienes mucho talento, imaginación y capacidad. Deseando leer el próximo capítulo. Mucho ánimo que tú puedes conseguirlo!
    Un beso Ester

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  3. ¡Genial! He descubierto tu historia por un link del twitter de Blue, y he de decirte que me encanta! Me han dado ganas de seguir leyendo, asi que espero que le eches ganas, tiempo e imaginación :)
    Un beso!

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